Carfania, la primera abogada

Carfania, la primera abogada

Para referirnos al origen de la abogacía nos tenemos que remontar como mínimo a la antigua Roma.

La abogacía en Roma desde sus inicios y muy avanzada la época republicana era ejercida por hombres.

Las mujeres que nacían libres eran ciudadanas (cives), pero no podían votar ni ocupar cargos públicos, por lo que, debido a estas limitaciones no tenían ningún poder político directo, las de familias ricas y destacadas podían ejercer (y de hecho ejercían) gran influencia a través del entorno privado.

No obstante estas restricciones, las romanas podían poseer tierras, redactar sus propios testamentos y comparecer en los tribunales a defender su propio derecho.

En la Roma Republicana la abogacía no estuvo vedada de manera absoluta a las mujeres, y como consecuencia de ello, algunas de intervinieron en el desarrollo de juicios, no obstante, se consideraba en esa época como un acto vergonzoso y contra la naturaleza.

De acuerdo con los textos históricos, la primera mujer abogada fue Gaya Afrania o Caya Afrania o simplemente Carfania o Calfurnia, mujer del Senador Licinio Bucco, que vivió medio siglo antes de Cristo, era conocida por ejercer escandalosamente el oficio de la abogacía, lo que le ocasionó ganarse una muy mala reputación.

Tan mala fue su reputación que su nombre se usó para llamar así a las “mujeres degradadas moralmente”.

El historiador Valerio Máximo dedica una sección de su obra a las mujeres que llevan casos en su nombre o en el de otros. En su anecdotario facta et dicta memorabilia (Hechos y dichos memorables) dedicado al emperador Tiberio señaló que: “Afrania, la mujer del senador Licinio Bucco, inclinada a instaurar pleitos, presentaba siempre demandas por sí misma ante el pretor, no porque le faltasen abogados, sino porque su falta de pudor era más fuerte que todo. Así, molestando sin interrupción con sus inusitados ladridos en el Foro a las autoridades judiciales, terminó por constituir el ejemplo más conocido de intriga femenina, hasta el punto de que a las mujeres de costumbres degradadas se le daba el apelativo de “C. Afrania”. Ella vivió hasta el segundo consulado de Gayo César y el primero de Publilio Servilio (48 o 49 a. C.). En efecto, de semejante monstruo es mejor transmitir a la posteridad el recuerdo del momento de su muerte que el de su nacimiento”.

Carfania es presentada como la interpretación misma de la calumnia femenina, y su nombre se convierte en insulto.

En un mundo dominado por hombres, Carfania no solo habló, sino que habló fuerte, lo que incomodó a la sociedad ultraconservadora de la época.

El rol destacado de esta abogada romana radicaba en el modo habitual con que acudía a los tribunales, actuando ante ellos con gran personalidad y un modo vehemente que en aquella época era considerado como insultante e inusitado.

En una oportunidad enfureció a un Magistrado y a raíz de su enfrentamiento, este redactó un edicto que llevó a la prohibición de las mujeres para el ejercicio de la abogacía.

Así, en el Digesto del Emperador Justiniano se reproduce un fragmento referido a Caya Afrania, que se tomó del Libro VI de la obra de Ulpiano sobre este, en la se enumeraba quienes se podían representar judicialmente a otros, Ulpiano dijo del Pretor: “Por razón del sexo, prohíbe a las mujeres representar a otros y la razón para esta prohibición es para impedirles que interfieran a los casos de otros, en contraposición a lo que se está convirtiendo en la pidicia de su sexo y a fin de que las mujeres no puedan ejercer funciones que perteneces al hombre. El origen de esta restricción se derivó del caso de una tal Carfania, una mujer extremadamente desvergonzada, cuyo descaro y la molestia del magistrado dieron ocasión a este edicto”.

Carfania en realidad es una heroína que representa el mejor ejemplo de valentía, coraje y decisión de las mujeres que han roto esquemas altamente arraigados y cambiado el statu quo de una sociedad misógina e intolerante, lucha que continua muy vigente hasta nuestros días.

Como siempre un placer saludarlo, esperando que estas pocas letras hayan sido de su agrado y, sobre todo, de utilidad ¡Hasta la próxima!



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