Inoportuno

Flaco favor le hizo el gobernador Jaime Bonilla a la candidata de su partido que busca sucederlo en el cargo, al publicar la declaratoria de interés público que daría paso a la expropiación del Club Campestre de Tijuana. 

No sorprenden ya esas acciones beligerantes del jefe del gobierno estatal, porque ha sido la tónica de su fugaz administración.  Sin embargo, provocar más inquietud en medio de las campañas, hace dudar sobre el verdadero fondo de sus intenciones.

Resulta difícil aceptar que un empresario, que llegó al poder político gracias a su fortuna y las relaciones que derivan de esa condición, se interese con tal ahínco en proporcionar un espacio recreativo a la población, arrebatándoselo a los ricos de la ciudad.  ¿Por qué no crear un parque en otro lugar o reconstruir las escasas áreas verdes que han sido abandonadas?  Un trabajo que se podría realizar eficiente y silenciosamente, sin tanta alharaca.  

La pretendida expropiación no será cosa fácil ni rápida.  Ya se eslabona una cadena de amparos y un largo litigio, que será parte de la herencia que dejará a la próxima administración.  Una carga que ya debe pesar sobre su partido y su candidata al gobierno del Estado.

Quienes apoyan la expropiación, bajo la premisa del interés público, deben confiar ingenuamente en que la admirable zona arbolada del club se mantendrá en las mismas condiciones cuando quede en manos del gobierno.  Desde ahora le aseguro que eso no va a ocurrir.  Basta ver el desinterés o el fracaso de las autoridades -las de antes y las de ahora- en aumentar las necesarias áreas verdes de esta deforestada ciudad, el mal estado que muestran los parques y lo poco que se invierte en ellos.

El asunto del Club Campestre no es más que un distractor, un lance mediático de los muchos que hemos visto recientemente.  Uno más de los afanes sin futuro que surgen de las oficinas de gobierno, de esos que solo acentúan la incertidumbre, la división social y los resentimientos.

Siendo un poco desconfiados, tampoco sería aventurado considerar que detrás de la intención de expropiar pudiera haber un interés económico.  Ese terreno vale un dineral y tiene potencial para generar mucho más.

Lo cierto es que Tijuana no necesita de escándalos ni más calamidades.  Menos aún si los problemas son generados por quienes deberían trabajar en solucionar los ya existentes.  Suficiente tenemos con la pandemia, la pérdida de negocios y empleos, la carestía, el cierre de la frontera, el desatendido campamento de migrantes y la incontenible ola de homicidios y demás delitos.

Tal vez sea mucho pedir, pero una poca de sensatez en estos momentos sería bien apreciada por todos.



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