La diferencia

Es curioso ver la diferencia del comportamiento de los políticos cuando están fuera de la función y cuando están dentro. Cuando están fuera todo lo critican y todo es “verdaderamente desastroso” para ellos. Así lo hacen sentir al electorado en sus discursos furibundos y encendidos en los cuales lanzan “zapos y culebras” responsabilizando a los que están en funciones de todo lo malo que sucede en el municipio, estado y país. Nada bueno les reconocen, por el contrario, critican de manera recurrente las deficiencias existentes en el país, y afirman que todo es corrupción, todo es ineficiencia e ineficacia y que son unos buenos para nada. Afirman tener las soluciones mágicas para remediar de tajo, los grandes males del país. Dicen que ellos son honestos y honrados y que cuentan con los atributos necesarios para llevar al país por la senda del progreso y la justicia social. 

Uno de los críticos furibundos del sistema lo fue López Obrador. El señalaba con índice de fuego lo que él consideraba, estaba mal y que debía enmendarse. Estaba en contra de que subieran los precios de los combustibles y el gas. Cuando se le decía que estos estaban regidos por los precios del mercado internacional, mencionaba que esas eran patrañas, que, si él llegaba a ser presidente de la república, los precios de los combustibles y del gas, no solo no iban a subir sino incluso irían a la baja. Que la inflación sería controlada sin problemas. Decía que los precios de la energía eléctrica estaban muy altos y que si él llegaba a ser presidente las tarifas no solo no se incrementarían, sino que descenderían. Afirmaba el de Macuzapana que el sistema de salud pública era de lo peor, que “el seguro popular ni era seguro ni era popular”, y que, si llegaba a la presidencia, haría una revolución en el sistema de salud pública para llegar a niveles como los de Suecia y Noruega. También afirmaba que estaba en contra de la militarización del país. Que dicha acción era una muestra del fracaso en la campaña contra el delito, y que a lucha contra el crimen organizado era fallida y las decenas de miles de muertos demostraban el fracaso en la lucha contra las manifestaciones delictivas. Afirmaba que el presidente no debía entrometerse en cuestiones electorales de manera facciosa; que el presidente debería ser factor de unión y cohesión entre las y los mexicanos y los sectores de toda índole. Decía también que la corrupción era generalizada y que él iba acabar con ella “barriendo las escaleras de arriba hacia abajo”. Con inusitada vehemencia criticaba que el PRI ya no cometía fraudes en las urnas si no con la compra de votos a través de los programas sociales o dádivas que otorgaba a los sectores populares y vulnerables de la sociedad mexicana y que eso era pura perversidad. 

Ahora bien, ya en el cargo ha demostrado que una cosa es ser candidato furibundo y señalador y otra muy diferente es ser gobernante en funciones. Es decir, como reza el dicho: “del dicho al hecho hay mucho trecho”. Al cabo de casi la mitad de su gobierno se advierte un fracaso casi total en la política energética y del control de precios en los combustibles y en casi todos los rubros de la administración pública y la gobernabilidad. Los precios han aumentado por arriba de la inflación que por cierto este último trimestre alcanzó el más alto nivel en los últimos 20 años. Los precios de los combustibles han subido alrededor del 33%. Igualmente, el gas y la energía eléctrica han registrado fuertes incrementos que han incidido en la inflación al alza. El mentado INSABI que vino a destruir el seguro popular ha sido un evidente fracaso. No hay medicinas de manera generalizada; no hay intervenciones quirúrgicas como antes; no se atienden de igual manera a pacientes con cáncer, sean niños o mujeres; la militarización, tan criticada y atacada por parte del hoy presidente cando era candidato, no solo no cesó, sino que se incrementó a niveles históricos: nunca antes el ejército había estado presente en tantas esferas de la administración pública como ahora, prácticamente en todo. Desde vacunación, construcción de trenes, bancos oficiales, aeropuertos, seguridad pública, limpiadores de playas, aduanas, bueno, en casi todo.  En el rubro de inseguridad, ésta ha alcanzado niveles alarmantes; casi 90 000 homicidios (el doble en el mismo período que Peña Nieto y el triple que Calderón); han aumentado los feminicidios, las extorsiones, los delitos contra la salud, el narcotráfico se ha apoderado de zonas enteras. Tenemos seis de las ciudades más violentas del mundo. 

Hoy el presidente se mete de manera descarada en las elecciones en favor de Morena como si fuera el líder partidista y no el presidente de todas y todos, y lo acepta de manera cínica y descarada de manera pública; utiliza los programas sociales de la gente vulnerable para operar electoralmente tal y como lo criticó cuando era candidato, pero solo que, a niveles nunca vistos, gastando de manera peligrosa el dinero de la hacienda pública, con alrededor de ciento cincuenta mil  millones más que en inversión pública. El presidente a diario, no solo no intenta cohesionar y unir a los mexicanos, no, diariamente incide en la división y en el ensanchamiento de las diferencias entre las y los mexicanos. La corrupción no se ha acabado. Por el contrario, ha aumentado, y se presume que está hasta la médula en las decisiones administrativas, al prevalecer las asignaciones directas y no las licitaciones. AMLO prometió que iba a acabar con las asignaciones directas y que solo se iban a realizar licitaciones públicas con vigilancia del pueblo, pero la realidad es totalmente opuesta a las promesas de campaña. Entonces, ¿queda claro la diferencia? Cuando se promete en campaña algo y no se cumple, es por torpeza, ignorancia, ineficiencia e ineficacia o perversidad, ni más ni menos. 

Si el de Macuzpana era la esperanza de México, pregunto: ahora, ¿quién podrá ayudarnos? Muchas gracias.



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