La razón como modulador de las emociones

La razón como modulador de las emociones

El Derecho como Ciencia tiene como misión la regulación de las conductas de las personas, pues sólo así puede lograr una convivencia pacífica y ordenada en la sociedad.

Los actos o conductas que realizan las personas se encuentran presididos necesariamente por los deseos, emociones y pensamientos que los motivan.

De tal modo que la Ciencia del Derecho está obligada a analizar a profundidad las causas, orígenes y naturaleza de las emociones de las personas para, en base a ello, lograr una mejor comprensión de las motivaciones que llevan a estas a materializar sus actos y así, colmar de mejor manera, más exhaustiva y completa su misión.

En la legendaria y fenomenal obra literaria “La República”, el Filósofo griego Platón señala cuatro virtudes cardinales: la Justicia, la Prudencia, la Fortaleza y la Templanza, las cuales indica, resultan esenciales para las relaciones humanas y el orden social, mismas que complementadas con la fe, la esperanza y la caridad (virtudes teologales), construyen el pensamiento, ideas y, finalmente las conductas de las personas, y así, la de una sociedad más justa y sana.

La “Templanza” consiste en moderar nuestros apetitos y deseos descontrolados, así como las tentaciones de los sentidos, para lo cual se antepone el uso de la razón.

Mediante el ejercicio racional las personas logran el dominio de sus pasiones, con lo que consiguen actuar en la dirección más apropiada conforme a la situación de que se trate.

Pongamos un ejemplo: Cuando un ser querido (un hijo, un padre, etc.) está pasando por una situación difícil de salud, es normal que nos sintamos desesperados, ansiosos, estresados, sin deseos de hacer nada. Si no controlamos esas emociones nos arrastrarán como un río caudaloso hundiéndonos en el fondo sin posibilidad de retorno, lo que nos llevará inexorablemente al valle de la desesperanza y desaliento.

Las emociones tienden a nublar la razón y la inteligencia, lo cual no beneficia a nadie, especialmente al ser querido que necesita de tu Fortaleza.

Lo que nos lleva a esa otra virtud cardinal, la “Fortaleza”, la cual se contrapone a la debilidad y consiste en tener la fuerza interna para llegar a la consecución de las metas constructivas y principios nobles que requieren nuestro esfuerzo.

La fortaleza implica actuar de inmediato para conquistar lo deseado y a resistir la desesperanza y al temor.

Hay muchos caminos para llegar a vivir y actuar en consecuencia con las virtudes cardinales, uno de ellos y quizá el más usual, es la religión, en donde las personas al verse superadas entregan sus problemas a Dios, en donde encuentran resignación y consuelo ante lo inevitable.

Otro camino que ha funcionado con bastante efectividad en aquellos que lo han implementado debidamente, es el llamado “circulo de influencia” propuesto por el escritor estadounidense Stephen Covey, en su afamado libro “Los siete hábitos de la gente altamente efectiva”, publicado por primera vez en 1991, en el que desarrolla la técnica de comportamiento “Franklin/Covey”, en referencia a la filosofía de vida del padre fundador norteamericano Benjamín Franklin.

El autor define el “círculo de preocupación” y el “círculo de influencia”. En el primero agrupa todas aquellas situaciones que nos intranquilizan, de estas hay algunas sobre las que no tenemos control real alguno y otras sobre las cuales se puede hacer algo. Estas últimas son las que concentra el “círculo de influencia”.

Covey clasificó los problemas en aquellos de “control directo” (que se resuelven trabajando nuestro comportamiento y hábitos), los problemas de “control indirecto” (que podemos enfrentar cambiando nuestros métodos de influencia) y los problemas de “inexistencia de control” (aquellos en los que no podemos hacer nada).

Generalmente al llevar a cabo un análisis introspectivo y honesto de identificación de la naturaleza de nuestros problemas, haciéndonos la pregunta ¿Puedo hacer algo para resolver esto?, llegamos al descubrimiento de que en la mayoría de los casos que pensábamos que no podíamos hacer nada, resulta que es mucho lo que sí podemos hacer, lo cual genera que nuestro círculo de influencia se haga más grande y el círculo de preocupación se reduzca considerablemente.

No obstante, aún en aquellas circunstancias que se encuentran fuera de nuestra influencia, siempre está en nuestras manos asumir la forma y actitud sobre cómo reaccionamos a estas, haciéndonos responsables de cómo nos posicionamos frente a los problemas, las decisiones que tomamos, lo que hacemos y lo que no hacemos y cómo nos sentimos y pensamos frente a dicho estímulo.

El neurólogo, psiquiatra y filósofo austríaco y, sobreviviente del holocausto nazi, Viktor Frankl, en su libro “El hombre en búsqueda de sentido” expresó:

“Al hombre se le puede arrebatar todo, salvo una cosa: la última de las libertades humanas —la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino— para decidir su propio camino”

La solución de los problemas y como los enfrentamos radica en la respuesta que cada uno de nosotros decide dar frente a la misma situación.

Los invito a reflexionar sobre este tema y a cambiar nuestra forma de reaccionar a los problemas y situaciones, tanto cotidianas como exorbitantes que se presenten en nuestra vida y llevar a cabo la conducta que más beneficien a nuestros seres queridos, a nosotros como individuos y a la sociedad.

Como siempre un placer saludarlo esperando que estas pocas letras hayan sido de su agrado y, sobre todo, de utilidad ¡Hasta la próxima




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