Valle

Valle

El Valle de Guadalupe, una de las joyas de la agricultura, la industria y el turismo de Baja California, se encuentra bajo serias amenazas que comprometen su futuro.

A los problemas ambientales, como el cambio climático y la escasez de agua, se suman otros, tanto o más perniciosos, como la inseguridad y la negligencia de las autoridades.  La falta de visión del gobierno municipal ha permitido que crezca el desorden en el Valle, con la aparición de cantinas, construcciones irregulares y eventos masivos, que ponen en riesgo la estabilidad y el frágil equilibrio ecológico de la zona.  

En diversas ocasiones, con respeto y claridad, los vitivinicultores han expuesto su preocupación al alcalde Armando Ayala Robles, quien aparte de escucharlos y esbozar una sonrisa, no parece entender la magnitud de lo que está en juego, el desastre que se puede originar si no atiende estos planteamientos con inteligencia, responsabilidad y firmeza.

La vocación del Valle de Guadalupe es el cultivo de la uva y la fabricación de vino.  Así fue durante varias décadas.  Empresas de fama internacional, como Domecq y L.A. Cetto, abrieron el camino para la llegada de otros emprendedores que convirtieron el Valle en el mayor productor de vinos de México, dando prestigio mundial a Baja California.  

Lamentablemente, con el boom de los viñedos aparecieron los infaltables empresarios de oportunidad, frecuentemente insensibles, voraces y ajenos al interés común, quienes se han venido estableciendo con la complicidad de las autoridades, que han dado paso libre a la aparición de bares y la presentación de conciertos masivos, ignorando los reglamentos de zonificación, el uso de suelo y las advertencias de los productores.  

La fórmula es bien conocida, los bares atraen la venta de drogas, las drogas generan violencia, la violencia repele la inversión y el turismo.

Productores de vino, restauranteros y hoteleros del Valle coinciden en que no es recomendable permitir que siga creciendo indiscriminadamente la oferta de alcohol y hospedaje, ya que unos generan inseguridad y los otros consumen el agua que requieren los viñedos.

Si el alcalde Ayala no asume cabalmente su papel como autoridad, dando prioridad a lo importante, o sea, proteger el equilibrio ambiental, promover el crecimiento ordenado y garantizar la seguridad en el Valle de Guadalupe, podría pasar a la historia como el destructor de una de las regiones agroindustriales más prósperas del país.

Ahora que el ayuntamiento se puede desentender ya de lo que ocurre en San Quintín, bien podría enfocar su atención y recursos en los problemas del Valle, la contaminación de las costas y la reparación de las calles de Ensenada.  Es sugerencia.  



NOTAS RELACIONADAS

Por: Fernando A. Mora Guillén / Febrero 16, 2024
Por: Ismael Cala / Febrero 13, 2024
Por: Dra. Nancy Álvarez / Febrero 12, 2024