El cristal que se mira

Desde la Lerda

La rehabilitación del Centro Histórico de Mexicali ha sido una pesadilla para todos los ayuntamientos desde hace más de cincuenta años. No somos los únicos. Todas las ciudades han sufrido este problema. Al crecer, las poblaciones tienden a generar polos suburbanos, colonias o barrios, que se convierten en núcleos de actividad económica y social que, sin ser autosuficientes, pierden dependencia absoluta respecto del centro tradicional. Se requieren verdaderos milagros de planeación urbana, proyectos financieramente robustos, voluntad política y una mercadotecnia eficaz para tener resultados. Hay casos de éxito como la Ciudad de México, San Diego, Seattle, Morelia, Querétaro y otras ciudades, que de entrada cuentan con ciertas ventajas: abolengo, tradición, monumentos; pero eso es otro asunto.

Pasado el auge del algodonero, la vida comercial y comunitaria del centro de Mexicali empezó a declinar. Proyectos fueron, van y proyectos vienen, muchos de ellos sueños utópicos totalmente inviables. Las causas de ese deterioro son múltiples y muy complejas: que si el proyecto del Centro Cívico, que si los trabajadores emigrados que monopolizan los estacionamientos, que si el desinterés de propietarios y locatarios, que si la calidad de la edificación, que si la ausencia de puntos de interés, que si la dispersión de la actividad a la periferia, que si la proliferación de prostitutas, menesterosos, cantinas, hoteluchos. El caso es que ahí está el problema; todo influye.

Recuerdo en alguna reunión de análisis de la problemática del Centro, un arquitecto opinó que el valor de los terrenos del Centro sería mucho más alto si demolieran todo lo que ahí se encuentra pues en realidad no existe edificio histórico que valga la pena conservar. Se me ocurre quizá que pudiera conservarse el Hotel de Cecilio Chee, el edificio Guajardo, el Restaurante 19, La Nacional y acaso algunos más, sobre todo por razones sentimentales.

Multitud de reuniones, ideas, proyectos, han intentado resolver este problema y por una razón o por otra no han podido prosperar.

El estado de las calles, las banquetas, los cordones, es desastroso y no anima a mejoras consecuentes en fachadas, servicios.

Las opiniones divergen. Alguna administración municipal hizo un intento de campaña de limpieza del centro, reclutando voluntarios para ello, uno de los cuales fue un servidor. Se limpiaron con agua a presión las banquetas y quedaron como nuevas. Sin embargo, recuerdo que un escéptico me comentó: pues sí, pero lo que ahora resaltan son los chicles. Todo es según el cristal con que se mira.

Parte del problema es la mala prensa que ha tenido el Centro Histórico. No es ningún secreto que las personas que residen allende el periférico rara vez se asoman por el primer cuadro y (assshhh) lo evitan deliberadamente.

Ahora, se pretende rehabilitar el parque del “Mariachi”, también conocido como Plaza Santa Cecilia o Parque Constitución (uno de los problemas por cierto es el cambio de nombres de las cosas que va en contra del arraigo). Lo primero que se ocurre es retirar a los indigentes y demás menesterosos que utilizaban el parque para su descanso y recepción de alimentos por grupos voluntarios, algunos de los cuales primero exigían escuchar un breve discurso de la palabra de Dios. Algunos no están de acuerdo con esa medida; opinan que va en contra de derechos humanos de tránsito y disfrute de espacios públicos. Se argumenta que estarán mejor recibiendo sus alimentos y otros artículos en espacios cerrados y bajo techo. Quién sabe; parte de la idiosincrasia del sin hogar es la libertad que le da el tumbarse donde sea y deambular en busca de sus propios satisfactores. Igual, es fácil decir que se destierre a las sexoservidoras que abiertamente ofrecen su servicio. Pero, ¿y a dónde se van? Hay que entender que todas estas personas tienen necesidades, familias, obligaciones. Reducirlas en zonas al efecto, cual reservaciones indias o campos de concentración, es una pésima medida desde el punto de vista humano, social y urbano. La medida conlleva control, pero también corrupción, tráfico, descomposición social.

El caso es que cada cabeza es un mundo y todo es según el color del cristal con que se mira. Lo importante es que esta administración municipal parece que está preocupada sinceramente por el olvidado Centro Histórico. El enfoque de la cultura popular y formal es muy atinado. La promoción de manifestaciones culturales propicia la vida comunitaria y es la mejor forma de restablecer el tejido social. La gran aceptación que tuvo el festejo del Año Nuevo Chino lo confirma. Ojalá no sea llamarada de petate. Que no se desanimen; pronto verán mejorar la afluencia en los eventos hasta que se obtenga un cambio de mentalidad. De ahí para adelante casi todo viene por añadidura.



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