La gravedad del "trastorno histriónico" en el populismo

El “populismo” hace referencia a una corriente política que apela al pueblo (en esencia, a las clases sociales bajas y sin privilegios económicos o políticos), para construir su poder, basando su estructura en la denuncia constante de los males que encarnan las clases privilegiadas.

Una característica del comportamiento que, en la práctica de esta política se ha dado de manera muy recurrente, sobre todo en los países de américa latina, es que no busca el bienestar ni el progreso del país, sino que se centra en conseguir la aceptación de los votantes a toda costa, sin importar las consecuencias nocivas que ello genere. Por ejemplo, sancionando, hasta llegar a cerrar, grandes empresas, percibidas como pertenecientes a las clases privilegiadas, sin reparar en el daño económico que ello representa, ahuyentando inversiones y sumiendo a la población (sobre todo a los más humildes, a quienes dicen proteger), en la mayor de las pobrezas.

Por regla general, el populismo está representado por líderes que se ostentan como “redentores de los pobres”, quienes logran acceder al poder a través de falsas promesas de mejora en la calidad de vida de la población, pero sin tener realmente un plan, fundado y viable, para lograr ese objetivo. Es en sí, mera demagogia, la cual, representa la más terrible enfermedad de la democracia.

En el populismo resulta de fundamental importancia, que el individuo que lo representa, tenga la capacidad de generar empatía en el “pueblo”, pues de eso depende, en gran medida, su éxito o fracaso en las urnas.

El líder populista, una vez que llega al poder, se vuelve prácticamente omnipotente, centrando en su persona todo el imperio político del país, lo cual, en si, representa un grave riesgo de abusos, arbitrariedades e injusticias que bien puede llegar a cometer, pues no habrá nada, ni nadie, que constituya un verdadero contrapeso para poner límites a sus acciones. Luego entonces, su actuar, justo o arbitrario, dependerá, casi por completo, del tipo de personalidad que tenga, ya sea moderada o de excesos.

Es este aspecto, el que precisamente, representa el mayor riesgo para un país gobernado por un populista.

Se agrava aún más la situación, por el hecho de que, pareciera ser que todos los líderes populistas sufrieran, en menor o mayor grado, de “trastorno histriónico de la personalidad”.

La personalidad histriónica o, trastorno histriónico, es una anormalidad emocional, que se caracteriza fundamentalmente por la necesidad imperante de quien la padece, de ser el centro de la atención. Estos individuos, tienen una percepción distorsionada de su propia imagen y realidad, de manera tal que, llegan a interpretarse a si mismos, como entes superiores a los demás, seguido de una falta de control de sus impulsos.

En su excesiva búsqueda de atención y de aprobación, su comportamiento tiende considerablemente al drama y a expresar fuertes opiniones, pero con pocos hechos o detalles para respaldarlas.

De tal manera que, con su comportamiento, pueden llegar a causar daños tan terribles al país y a los habitantes a quienes gobiernan, que difícilmente podrían recuperarse en el corto, mediano o incluso, en el largo plazo, con las nefastas consecuencias en la economía y en la vida de las personas que ello conlleva.

De ahí la importancia de defender, con uñas y dientes, la conservación y aplicación del Estado de Derecho, pues es lo único que puede continuar manteniendo la funcionalidad de nuestras instituciones y la observancia de la ley, y evitar los abusos de poder por parte de los gobernantes.

Como siempre un placer saludarlo, esperando que estas pocas letras hayan sido de su agrado y sobre todo de utilidad ¡Hasta la próxima!



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