Todo es todo
Porque ya todo es nuevo y diferente, porque sobreviven los que se adaptan,
porque no se vale llorar, hay que seguir y seguir, aunque la realidad golpea tan
fuerte, como un ventarrón de esos que te impiden hasta dar un paso o te meten la
tierra dentro de los ojos y no ves nada. Cada grito, cada lamento, es energía
perdida y no podemos darnos ese lujo, hay que seguir contra todo porque ahora
todo es todo, y es la salud y la muerte, y el dinero y el trabajo, los despidos, el
miedo, la depresión que acecha. Todos los temas de todos, la anáfora que es ni
más ni menos, la realidad que embiste y depreda.
Porque allí está la muerte, que siempre ha estado, pero ahora anda muy
alborotada, coqueteando por todos lados, y se ha convertido en tema, casi en
moda, cuando antes había hasta quién la negaba. “Temprano levantó la muerte el
vuelo, temprano madrugó la madrugada” decía Miguel Hernández y la poesía que
antes no dolía tanto, ahora duele y la hacemos nuestra- “Y cuando llegue el día
del último viaje, y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, me encontrarás a
bordo, ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar” inolvidables
versos de Antonio Machado, pero que no son tan todo ciertos, porque nuestro
equipaje es pesado, oneroso, viejo y difícil de aligerar, un equipaje que lleva
culpas, deseos y frustraciones que nos atan a la vida y la partida es triste y
dolorosa.
Duele el morir, duele el ver morir y de esta manera, la sorpresa, el asombro y el no
aceptar, el no entender que quizás ya estábamos muriendo desde antes. Ya lo
advertía Pablo Neruda; “ Muere lentamente quién no viaja, quién no lee, quién no
oye música, muere lentamente quién destruye su amor propio, quién se convierte
en esclavo del hábito repitiendo todos los días los mismos trayectos, quién no
arriesga lo cierto ni lo incierto para ir detrás de un sueño, muere lentamente quién
no conversa con quién no conoce, quién evita una pasión y no se permite por lo
menos una vez en la vida, desatender un consejo sensato”.
“Y yo me iré y se quedarán los pájaros y se quedará mi huerto con su verde árbol
y con todas las tardes, el cielo será azul y plácido se morirán aquellos que me
amaron y todo se hará nuevo cada año y lejos del bullicio sordo y raro, me iré y
seré otro, sin hogar ni árbol, sin cielo azul y placido y se quedarán los pájaros
cantando”
Y entre el miedo soterrado y el hartazgo del encierro, volteando siempre a los
lados, evitando y evadiendo, ahí andamos, pensando en que todo ha sido tan
sorpresivo, tan sin avisar, tan cruel como la muerte misma cuando Miguel
Hernández se dolía de la muerte tan temprana de su amigo
“Un manotazo duro, un golpe helado, un hachazo invisible y homicida, un empujón
brutal te ha derribado. No hay extensión más grande que mi herida, ando sobre
rastrojos de difuntos y sin calor de nadie y sin consuelo. No perdono a la vida
desatenta, ni perdono a la tierra ni a la nada”
Así anda la muerte…desatada.
viveleyendo.normabustamante@gmail.com