UN SOLO JUEZ
Las películas de abogados se pusieron de moda desde Perry Mason, la genial creación de Erle
Stanley Gardner. El protagonista era más un investigador que jurista. Ha habido muchas otras
cintas que proyectan las circunstancias, artimañas, mezquindades, tortuosidades, mentiras,
brillantez, de las personas que orbitan alrededor de un juicio, generalmente de orden penal, cuya
amenaza de pena corporal, siempre desata mayor interés, emoción, intensidad, que cuando
solamente se trata de pesos y centavos.
Stanley Gardner, por cierto, era un enamorado de la Baja California. La recorrió muchas veces y
observó su personalidad, geografía y gente. Escribió varios libros sobre nuestra tierra, que
disfrutamos con interés nostálgico cuando éramos estudiantes fuera de la entidad, desde “The
land of shorter shadows”, publicada en 1948, hasta “The hidden heart of Baja” en 1962,
Abogado litigante, fue apadrinado por el señor Hazard (Pappy), que tiene mucha historia en el
área de San Diego. También tomó relación con personajes de nuestro estado, en el plan
profesional y amistoso, a quienes prefiero no identificar por respeto a su estilo reservado.
El abogado audaz, creativo, incansable, que hace hasta lo imposible para salvar a su cliente, fue un
personaje que se ha venido reproduciendo en el cine, muchas ocasiones, con variantes naturales
por el transcurso del tiempo.
Una de las características de estas gestas histriónicas legales es que se desarrollan ante un jurado
de doce legos que deben ser convencidos de la postura de alguna de las partes contendientes.
Para ello, los abogados: el tradicionalmente bueno, el defensor, acumula testigos, peritos,
expertos médicos, psiquiatras, historiadores. En fin; aporta a su trinchera todo lo que puede y lo
enfrenta a otro ejército de expertos similares que le opone el tradicionalmente malo, el fiscal, que,
además, normalmente es antipático, corrupto e hipócrita.
Ambos litigantes hacen gala de astucia, ingenio en su mecánica procesal, en la esgrima de hábiles
interrogatorios o en la objeción de pruebas que les perjudican. El as bajo la manga es un recurso,
casi una licencia poética, muy frecuente.
Al final, quien decide sobre la inocencia o culpabilidad del acusado es el jurado; un cuerpo amorfo,
compuesto por personajes con los problemas individuales que todo mundo tiene, con sus anhelos,
prejuicios y todo lo demás, que vierten en las deliberaciones y al fin y al cabo tienen influencia en
el sentido de su decisión.
En el caso del COVID, ocurre algo similar. El defensor López Gatell, cotidianamente, y a veces dos
veces diarias, explica, contesta, proyecta. Impertérrito, vuelve a explicar, contestar, comunicar;
con paciencia franciscana, ante preguntas muchas veces mal intencionadas y otras simplemente
que dan pena ajena.
En la parte contraria, se enfrentan todos los que cuestionan, conspiran, insinúan golpes de estado,
esparcen versiones sin sustento o con interpretaciones de dudosa calidad científica. Extrañamente
estas posturas se reproducen de manera simultánea, en medios importantes, tanto en el país
como en el extranjero.
Al final, la opinión de todos los expertos, matemáticos, los exabruptos de políticos resentidos, que
prefieren una labor de zapa mezquina a una contribución positiva de sus supuestas calificaciones y
credenciales, o la operación institucional, no tendrá más juez que lo que ocurra dentro de unos
meses. Nada más hay un juez y es la realidad. Es decir, hasta entonces podrá hacerse la evaluación
de lo que ocurrió, la manera en que se enfrentó, la eficacia de su abordaje. Mientras tanto, el
responsable del barco, el que dirige la enorme e ingrata tarea de combatir el COVID y obtener los
mejores resultados tomando en cuenta los recursos disponibles, es quien debiera tener todo el
apoyo solidario de todo el país, no solamente del pueblo raso, que sin duda está cerrando filas,
sino de aquellos que tienen voz, influencia, posibilidades.
Aquí no se trata de un juego de Tijuana contra Mexicali, Mochis contra Culiacán, Norte contra Sur,
Liga Nacional contra Americana. Estamos todos, todos, luchando contra el COVID. Debe
entenderse esto como algo de interés general y no partidista o sectorial.
Pareciera que la lucha de López Gatell y su equipo se está librando en una cancha hostil y no en
casa.