Y vendrán por ti...
En verdad lo siento mucho, pero este fin de semana, no es para ti. No te lo llevas en la frivolidad de un Acapulcazo de última hora, o de una salida fácil a Manzanillo. Me perdonas, pero no. El maldito azar no quiso que tomaras otro día de muertos por sorpresa, y cortaras la semana de una vez, en un puente vanguardista que conecta la holgazanería con el fracaso, que eleva los ánimos festivos en preparación de un final de año desacelerado y desaprensivo. Desde ahora lo matamos, y ya, hasta el 2020, si quieren. Total, la economía ya no creció, ni se ve para cuando...
Te quitas por favor de la mente -sí, de la mente-, todas tus ideas pueriles de diversión, de cubas, tequilas congelados, “apperoles” cervezas, música electrónica, sonrisas seductoras y mucha frivolidad, porque, sin remedio, te quedarás atrapado en tu mismo sitio, en tu ciudad, en tu colonia, en el vacío de tu realidad. Allí donde la vida es aburrida y monótona, en el mismo sitio en el que se acumulan los likes que remueven tus endorfinas, tu mancillado sentido social.
Te olvidas. Ni modo. Y te sientas a reflexionar. Ya sé que piensas que no merece la pena detenerse a escuchar las palabras que salen de la boca hueca de todos tus amigos, cuando hablan del plan para el “fin” de muertos, de la pachanga de disfraces, del “reven” de brujas; mucho menos en las mojigaterías de tu abuela Crucita que, ya jorobadita, prepara su velo, y sus flores, y sus lágrimas, para pagarle una visita a Don Abel, su difunto marido, que ahora si descansa, aunque seguramente ni en paz, ni en el santo seno –como dice la propia Crucita-, después de todo lo que le hizo a ella -a Crucita-, durante cincuenta y ocho años de matrimonio y rendición incondicional.
Para qué detenerse en todas esas cursilerías de comprar florecitas para los muertos, si ya están bien muertos, qué más te da a ti. Lo que importa en verdad, es sentirse vivo, y cómo diablos lo lograrías en el entorno de esas costumbres oscurantistas que idolatran a las calaveras, si tan solo con acercarte a un panteón, ya sientes las ansias de sambutirte una buena dosis de antidepresivos. Gente que llora, gente que espera apoltronada en una lápida comiendo charritos, salsa y pepsicola. Es mejor, claro está, idolatrar al ”streaming”, a una playlist, una App. Es más tangible, más colorido, más actual.
Pero no todo es la tumba olvidada, que resurge un día al año para convertirse en romería. Muerto hay mucho más. Mucho más, debes creerme. Necrosado está tu futuro, entiende, si sigues pensando en tu fuga veraniega o “fin de semana” en cuánto pretexto tienes para no trabajar, para pasar copiando los exámenes, para aparentar mucho estilo, aunque tengas un vacío muy dentro en la conciencia.