Cita con clío
NOTICIAS DEL VIEJO MEXICALI. “Baja California neutral. El coronel Esteban Cantú, ha estado muy cerca de dirigir una organización independiente, propia, como en el territorio de la Baja California. Nadie se ha preocupado no ha intentado lo suficiente como para disputar su mandato.
De todos los estados y territorios de México, Baja California es el que menos ha sufrido los estragos de la guerra. Año tras año, ha seguido su propio paso, prácticamente intacto, y la única invasión que el territorio realmente podría considerar una amenaza ha sido la de los jugadores, los “pájaros” nocturnos y los ladrones que se han volcado tras los caballos en Tía Juana. El precio del general Rhys y su pequeña guerra en Calexico, en la frontera, casi han sido olvidados por los residentes de Calexico y Mexicali, al otro lado de la frontera, los rumores de guerra lo perturban menos que Nueva York.
Esteban Cantú ha desempeñado durante mucho tiempo un papel de neutralidad. Recientemente se informó que le había dado lealtad al gobierno de facto. Si es así, probablemente no sea una lealtad apasionada, ya que García, un bandido de Sonora, expulsado de ese estado por las fuerzas de Carranza, acaba de ser deportado a Baja California como un país en el que es poco probable que esté en peligro.
El coronel Cantú ha ejemplificado la sabiduría, a veces, de jugar el curso medio. Su territorio y sus ciudades están intactas y él también”.
CONOCIENDO NUESTROS ORÍGENES. Luis Echeverría Álvarez. Presidente constitucional, diciembre 1º de 1970 a noviembre 30 de 1976.
En su sexenio comenzó el largo periodo de las crisis económicas. Al asumir el poder, el movimiento del 68 estaba todavía presente en la conciencia social, por tanto, se esperaba que el nuevo presidente fuera un hombre sereno y prudente. Pero Echeverría era todo lo contrario: locuaz, hiperactivo, demagógico y populista. Hecho para la retórica y la palabrería. No medía jamás las consecuencias de sus actos y con sus decisiones –normalmente espontaneas e improvisadas- arrastró tras de sí al país entero.
A todas luces, el presidente pretendía rescatar el nacionalismo cardenista de los años treinta aprovechando la reciente muerte del general Lázaro Cárdenas (19 de octubre de 1970) y la moda mexicanista pudo percibirse en todo su esplendor. En las fiestas, comidas y celebraciones presidenciales se dejaron de servir vinos y licores extranjeros y se optó por ofrecer bebidas nacionales típicas o bien aguas frescas. En algunas reuniones, Esther Zuno, la primera dama, aparecía vestida como tehuana, acompañando a su marido, quien lucía vistosas guayaberas. Desde luego, a nadie extrañó que la decoración de la residencia oficial de Los Pinos retornara al más puro estilo mexicano.
Echeverría ejerció el poder llevando el autoritarismo hasta sus últimas consecuencias. Durante su régimen se desató la llamada guerra sucia contra los opositores al régimen que habían decidido tomar el camino de la guerrilla. Hubo decenas de desaparecidos, la tortura estaba a la orden del día y la represión seguía siendo un instrumento para mantener la paz social: el 10 de junio de 1971, Jueves de Corpus, una manifestación de estudiantes fue agredida salvajemente por un grupo paramilitar denominado “Los halcones”.
Durante la administración de Echeverría el modelo económico se agotó y para disponer de dinero el régimen recurrió al endeudamiento y a la emisión de billetes. Para activar el desarrollo nacional y canalizar los millones de millones de pesos que emitía el Banco de México, se impulsaron fideicomisos y empresas paraestatales. Algunos prosperaron como el desarrollo turístico de Cancún, en Quintana Roo, pero otros solo alentaron la corrupción.
Con todo y los desplantes demagógicos y populistas –que distanciaron al presidente de los empresarios, quienes lo veían con recelo por su cercanía con regímenes de izquierda como el de Allende- la política exterior vivió un buen momento. Fue coherente con la tradición histórico-diplomática que siempre había buscado obtener un espacio de autonomía y relativa independencia frente a Estados Unidos. El ejemplo más claro fue el proselitismo internacional que personalmente encabezó Echeverría en favor del llamado tercer mundo y del desconocimiento de las barreras ideológicas imperantes en el contexto mundial.
Pero ni el populismo ni la demagogia de Echeverría impidieron que estallara la crisis. Su sexenio había sido un fracaso: el peso se desplomó de 12.50 a casi 25 pesos por dólar; la deuda externa se triplicó, de ocho mil millones de dólares a 26 mil millones; el salario real cayó a la mitad y la democracia era un término inexistente en el lenguaje del sistema político mexicano. El país se iniciaba en el largo y cíclico camino de las crisis sexenales.