Cuando lloró Rigoberta Menchú
El pasado viernes 30 de agosto, en la ciudad de Mazatlán, Sinaloa,
en el monumental teatro Ángela Peralta, se llevó a cabo el inicio del foro
“El empoderamiento de la mujer rural” cuya organización estuvo
encabezada por la muy activa y dinámica Magistrada del Tribunal
Unitario Agrario Distrito 39, Maestra María del Mar Salafranca Pérez, en
la que tuvo lugar la ¡extraordinaria conferencia! de la inigualable
Doctora Rigoberta Menchú Tum.
La Doctora Rigoberta Menchú Tum, indígena guatemalteca,
defensora de los derecho humanos, embajadora de buena voluntad de la
Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la
Cultura UNESCO, Premio Nobel de la Paz y Premio Príncipe de Asturias
de Cooperación Internacional, habló durante casi dos horas respecto a
su labor humanitaria, su perspectiva respecto al escenario internacional
del papel del la mujer, la necesidad de reformas y cambios para lograr
las condiciones que permitan a aquellas que se encuentran en
situaciones de vulnerabilidad la adquisición de poder e independencia
que mejore sus condiciones de vida, entre otros temas.
Rigoberta Menchú desde muy joven se involucró en las luchas
reivindicativas de los pueblos indígenas y campesinos en su país, le tocó
vivir la sangrienta guerra civil de Guatemala, que tuvo lugar entre los
años de 1962 a 1996, en la cual, la Dictadura de ese entonces, en un
intento de sofocar la rebelión, cometió las más grandes atrocidades,
arrasando aldeas enteras, asesinando, entre muchos otros, a miles de
campesinos, principalmente indígenas. Nieta de mayas, su padre
Vicente Menchú Pérez, participó activamente en despertar la consciencia
de sus vecinos. Presenció el asesinato de su hermano de dieciséis años
por los terratenientes que querían echar a los indígenas de sus tierras.
Su padre murió quemado en la embajada de España en Guatemala,
donde se había encerrado junto con treinta y siete personas para
protestar por la situación indígena. Su madre, Juana Tum Kótoja,
durante la campaña de “tierra arrasada” que llevó a cabo el ejército
nacional contra la población sospechosa de pertenecer a la oposición
armada, fue secuestrada y hasta la fecha no se sabe de ella.
Fue cuando Rigoberta Menchú, al quedarse a cargo de sus
hermanos menores, siendo todavía muy chica, escasos veinte años de
edad, se hizo un juramento, el de no descansar hasta hacer justicia a
sus padres, hermanos, a su comunidad y a las mujeres de su etnia.
Rigoberta Menchú, dueña de una inteligencia extraordinaria,
aprendió hablar español a los veinte años de edad, hasta entonces sólo
hablaba el quiché y sus dialectos. Para ella hablar el castellano era
esencial, pues era la única manera de poder entender lo que sucedía en
los juicios que interpuso en contra, tanto del ejercito como de las
autoridades civiles.
Su campaña pacífica de denuncia del régimen guatemalteco y de
la sistemática violación de los derechos humanos de los que fueron
objeto los campesinos indígenas, así como de la situación de
vulnerabilidad de la mujer indígena en américa latina, tuvo como
resultado su persecución política, lo que la llevó a autoexiliarse en
México, desde donde continuó intensamente con su activismo en pro de
la defensa de los derechos humanos, llevando su mensaje a nivel
internacional, logrando comparecer en muchos de los principales foros
mundiales como la ONU.
En 1992, su labor fue reconocida con el Premio Nobel de la Paz.
Con los recursos financieros que recibió de este galardón, estableció la
“Fundación Rigoberta Menchú Tum”, con sede en Guatemala y oficinas
en la ciudad de México y Nueva York. Además, recibió el Premio Príncipe
de Asturias en 1998.
Su libro: ”Me llamo Rigoberta Menchú, y así me nació la
conciencia”, que se publicó por primera vez en 1983, el cual se ha
traducido a muchos idiomas, relata su experiencia de vida en las aldeas
indígenas, los problemas entre las comunidades y la forma como ha
podido salir delante de las adversidades.
En 1995 se casó con Ángel Canil Grave, indígena quiché. Tuvieron
un hijo, Mash Nahual J’a.
En febrero de 2001, la Universidad Autónoma de Madrid “UAM” la
invistió Doctora 'Honoris Causa'.
Al finalizar su conferencia en el Ángela Peralta, un servidor tuvo la
oportunidad de preguntarle de donde había sacado las fuerzas para
triunfar en su lucha humanitaria, a pesar de tener todo en contra, a lo
que ella contestó, con lágrimas, que el motor que la mueve y que
siempre la hace seguir adelante, es su deseo ferviente de hacer justicia
a sus padres, hermano y, sobre todo, la esperanza de volver a ver algún
día a su mamá.
La Doctora Menchú es un ser extraordinario, y sobre todo un
ejemplo de vida y superación ¡Bravo, bravo, bravísimo! ¡Que viva la
extraordinaria Rigoberta Menchú!
Como siempre un placer saludarlo, esperando que estas pocas
letras hayan sido de su agrado y sobre todo de utilidad ¡Hasta la
próxima!