El niño rico

Cuando Allende asumió el poder en Chile, mediante un reñido proceso democrático, lo primero que enfrentó fue una avalancha de críticas que iban desde la deslegitimación de su mandato por provenir de una coalición, hasta una escalada de protestas obviamente manipuladas por sus adversarios que no podían digerir un gobierno de izquierda derivado de una elección.
Uno de sus más crudos enemigos hizo viajes a México y seguramente a otros países a pedir apoyos en el sector empresarial para desestabilizar a Allende. No conozco detalles, pero todos sabemos que al final precisó un golpe militar para retirar al gobernante y acallar el respaldo de quienes lo llevaron a la presidencia.
Uno de los axiomas de la geopolítica sigue siendo que en Estados Unidos no puede haber golpe de estado porque ahí no hay embajada de los Estados Unidos. En todo movimiento contrario a gobiernos que no son afines o sumisos a la política norteamericana hay un ingrediente que incuba en la embajada y se administra con la intensidad que requiere el enfrentamiento para lograr su cometido: desplazar, por no decir derrocar al gobierno instituido.
La dependencia económica del vecino del norte enraíza en la comodidad y la complacencia. Muchas veces he escuchado el argumento de que es más barato importar maíz, frijol y otras mercancías que producirlas aquí. Es cierto, pero cuando al niño rico se le antoja, simplemente se lleva las pelotas y los guantes. Y cuando de veras se enoja, le pide a todos los que jugaban con uno, que dejen de hacerlo, porque si no, no les va a prestar equipo ni cancha para posteriores partidos. Entonces el niño pobre se queda solo, sin pelotas y guantes. Sus familiares le reprochan que no haya pelotas y guantes y sus enemigos se burlan de él porque no tiene pelotas y guantes. La historia termina prescindiendo de las pelotas y los guantes y dedicarse a otra cosa, o de plano doblar las manos y decirle al niño rico: vamos reconsiderando.
A los regímenes que son contrarios a la política estadounidense siempre se les reprocha el desabasto, síntoma de mala administración y peor ideología; no se toma en cuenta o se soslaya el enorme potencial del bloqueo, las sanciones económicas, que pueden y de hecho lo hacen, perder estabilidad a cualquier gobierno vulnerable.
A mi me parece que la política de López Obrador está peligrosamente a punto de hacer enojar al niño rico interno y externo. Ya le están mandando buscapiés y avisos, mensajes muy claros de que si se pasa de la raya se la van a armar. Nadie es perfecto, pero las imperfecciones de AMLO no son nada comparadas con otras en la historia reciente y definitivamente no corresponden al nivel de odio, veneno y enajenación que expresan los ataques disidentes. La palabra pendejo adjetiva la mayor parte de las diatribas. Llamarlo simplemente López, es una forma de decir que no tiene madre y además que es un simple “lopitos” y no un Lascuráin de los Monteros. En fin, hay todo un mecanismo poderoso por quienes lo esgrimen, que son los que tienen voz, medios, tiempo, agravios, para hacer ver que todo, todo lo que hace AMLO está mal. Esta campaña se auxilia con quienes dejaron de recibir chayote para ahora seguramente recibirlo de otra fuente. Si el peso baja, es un idiota. Si el peso se mantiene, está perjudicando las exportaciones. Si la gasolina sube un centavo, ahí viene el gasolinazo. Si no sube, ya subirá. Si va contra los huachicoleros y se queman por andar robando gasolina, AMLO asesino tiene la culpa de sus muertes. Si el ejército actúa, es represor, y si no, es débil. Si ayuda a un vecino pobre, no es un buen samaritano que se quita la camisa, sino un candil de la calle.
AMLO tiene remedio y esperanza. Comete errores como todos. Sus mañaneras, que también han sido criticadas como superficiales, ingenuas, manipuladas, pérdidas de tiempo, son un instrumento indiscutible de tomarle el pulso al país, de primer intento, con una inmediatez que no puede sustituirse con informes o eventos arreglados. Me parece que es una hora muy bien aprovechada por AMLO y algunos colaboradores, para apreciar el clima social; alimenta una dialéctica que hace que pueda reaccionar con gran velocidad y prestancia, aun a riesgo de ser tachado de inconsistente o errático. En verdad es encomiable que alguien en tan alta responsabilidad, tenga la entereza de desdecirse cuando considera que estuvo equivocado.
Pero a AMLO no le perdonan nada, si insiste en una posición que se piensa errónea, es un arbitrario, dictador, reyezuelo. Si da marcha atrás, es un pendejo, que no sabe lo que hace, que dice y se desdice con tal facilidad.
Una avalancha tan sostenida por poderosos con los medios ilimitados que conlleva esa campaña de odio pudiera desestabilizar al gobierno y hacerlo flaquear o cuando menos debilitarse. La revocación de mandato, que muchos asemejan a un intento de reelección, pudiera darse con un golpe de estado virtual, en el que no corriera otra sangre que la del carácter de los altisonantes enemigos del gobierno.
Muchos, muchos, con rencor, influencia, poder y medios están apostando al fracaso. Espero, por el bien de todos que esto no suceda.