¡Grita!
¡Grítale a ella! Grita lo que sientes por ella, lo que te lastima de ella, de tu Patria. De
manera deliberada o espontánea, quizá involuntariamente sufriendo la traición de tu
verdadero yo, de tu súper yo, ese que te esmeras en ocultar ante tus psiquiatras bajo
tus mentiras onomatopéyicas de una realidad pirada, enloquecida, endemoniada.
El malogrado panorama financiero de la Nación, desolado y además envenenado por
quien apuesta al fracaso de quien gestiona hoy, para apoderarse de la misma gestión
mañana. La amenaza a tu orgullo vernáculo que tuitea desde la Casa Blanca y hace un
deporte impune y bully del insulto a tu Patria -sí, la tuya, la mía-, como un mecanismo
pragmático de recopilación de votos para su siguiente elección.
Un País con la izquierda traicionada y mancillada, que libera el odio acumulado entre
pecho y espalda contra todo lo que suene a lo ajeno que nunca fue tuyo y que cocina el
resentimiento salvaje en una lucha de clases basada en la posverdad, la ignorancia y
los girones del neoliberalismo. Una batalla frontal a las letras y la cultura, en medio de
calles y bares ensangrentados, de fosas clandestinas llenas de afrenta, incompetencia,
corrupción y decadencia.
Y qué decir de aquéllos que camuflados tras la curia, calzados en sus fastuosas
enaguas, traiciona la prédica que fundamenta su diezmo, la abnegación de muchos
otros magníficos humanos entregados a la justicia y la compasión; haciendo añicos
con esa traición a los legítimos creyentes y oficiantes, y los utiliza de carne de cañón
utilizando su fe como señuelo, para tomar ventaja del caos, la descolocación de la
política interna, la utilización del palacio de la cultura para los frívolos excesos de
quien te esquilma con la miseria espiritual que conlleva el Siglo XXI.
¡Ódiense! ¡Divídanse! ¡Aviven la crispación social! Parecen decir todos ellos, de
izquierdas y derechas, ante el nublado panorama, coreados por los de la porra de
siempre que ahora usan disfraz de corbata y zapatos de charol.
Ellos ya dijeron, a su modo extremista, intransigente, exterminador, abusivo,
explotador de tu displicencia o tu candidez. Ellos ya dijeron, pero ahora te toca a ti
compañera, conciudadano. Ellos ya te utilizaron, una vez más, para consolidar o
arrebatar poder, para mantener privilegios y monopolios, para proseguir
envenenando a la juventud con desinformación y sustancias que garantizan su
nulidad, muy a pesar de los esfuerzos de algunos que quieren cambiar esto de una vez.
Pero, ahora te toca a ti. ¡Grita, carajo! Aquí, entre tú y yo, colega, en la intimidad de
esta columna y de este festejo patrio al que el ciudadano, ya obnubilado, le carga sus
frustraciones, pero sobre todo sus desengaños, a los símbolos cívicos, y pinta su
bandera de negro, niega sumarse al canto nacional, y vierte su rabia de saberse
manipulado, fracasado. La Patria es mucho más que eso...
Ahora te toca a ti, con tu vaso de tequila de rigor en la mano, con tus cervezas
emblemáticamente nacionales, con ese plato de pozole que tienes delante, los
pambazos, las enmoladas. Mentadas de madre al gobierno, al periodo neoliberal y a
los impostores héroes que dicen ellos te dieron patria -pamplinas-; mentadas desde el
anonimato de tu fiesta, con rencor y pasión, con lágrimas en los ojos.
Ahora te toca a ti. ¡Grita! A ver si ya te decides a levantarte como un sol entre céfiros y
trinos, y vivir, soportar, sufrir y finalmente ganar. Como cada año, con mucha alegoría,
fanfarronería y frivolidad !Viva México jijos de su rejija!
¡Grita! ¡Que por fin hereden los desheredados, carajo! Abandonando de una maldita
vez esa decadencia estrujante que acusamos ostensiblemente en nuestra manera de
vivir y reconocernos como la descendencia gritona pero incapaz de accionar, respetar,
solidarizarse y trabajar en equipo, con las riendas del país en las manos ajadas del
alma nacional, que es la suma de la tuya, de la mía y de ciento veinte millones más.
Te toca a ti decir esta boca es mía y recobrar el control del merecido destino vernáculo
que abdicamos hace mucho en favor de quien decidiese apoderarse de él. Te toca a ti
otra vez, y ya entender claramente que llegó el final de los tiempos en que nos
conformamos con usar nuestra identidad tricolor para olvidar un poco nuestra
miseria, y ahogar en cuarenta grados de agave nuestra imposibilidad de progreso,
nuestra realidad lacerante, nuestra exasperante indiferencia.
No pierdas la oportunidad, y menos cuando miramos a nuestro alrededor para
reconocernos como los portadores de un ADN tergiversado, sintético, mientras
aprestamos el acero y el bridón para ir en contra de nuestros pares, nuestros
hermanos con quienes nos ensañamos en tanto mayor sea su miseria o carencia; ese
acero que hemos utilizado para obtener dividendos políticos que después se
convierten en fortunas inconfesables.
Ese bridón que nos alimenta un ego grosero y ambicioso de ser titular de una
encomienda post moderna sobre los hermanos descendientes de nuestros pueblos
originarios, sobre quienes han sido expulsados de sus tierras por la intolerancia, la
violencia y la sinrazón, los que piensan o quieren diferente, las mujeres, olvidando tu
enseñanza primigenia que sentenciaba en palabras de Bocanegra y al ritmo que
impuso Nunó: “Ya no más de tus hijos la sangre/ se derrame en contienda de
hermanos…”.
Cuando nuestra tierra retiembla bajo pies descalzos en la huida de familias enteras
asustadas por el sonoro rugir de un cañón dirigido hacia ellos por otros hermanos, tan
hijos de la patria como tú, como yo, como ellos, que afinan su puntería hacia la
depredación de un mexicano a manos de otro, ya sea literalmente a pólvora y fuego, ya
sea comercialmente, en el centro escolar o de trabajo, en la organización de una
manzana suburbana, en la amenaza de la ira de Dios, en el engaño de la lucha gremial
reivindicatoria de derechos, que lo único que reivindica es el patrimonio de sus
líderes.
Una actitud inexplicable que parece ser el fetiche que provoca, quizá, que en estos
tiempos turbulentos, el arcángel divino evocado por Bocanegra, haya emigrado acaso
a otras latitudes, olvidando ceñir las sienes de tu Patria con la oliva de la paz.
Lo que yo entiendo es que aún permanece la residual esperanza de laurear a tu Patria,
una vez más, con guirnaldas de mirtos y rosas y recobrar esa legitimidad para mirar
de frente su reflejo tricolor, mientras resuenen las voces de mil, de millones de héroes
de los que la Patria aquí fue, ante los ecos sonoros de paz, justicia y unión; las voces de
los héroes cotidianos y anónimos de los que la Patria será, jurando, una vez
más, exhalar en sus aras… todo su aliento.
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