La lección no aprendida del confinamiento.
Imputación Objetiva
Por Abraham Cortez Bernal
La lección no aprendida del confinamiento.
A partir de que la permanencia en casa se ha vuelto una de las alternativas más
confiables para evitar la propagación del Covid-19, millones de seres humanos
han permanecido en confinamiento domiciliario.
Para algunos se trata de una experiencia llevadera, donde quizá la estabilidad
económica o la amplitud residencial, jueguen su papel de tranquilizante emocional.
No obstante para millones las consecuencias psicológicas han sido devastadoras,
trascendiendo de la preocupación e incertidumbre por su salud, su futuro laboral, o
la economía familiar; hasta la ansiedad, angustia, estrés, frustración y depresión.
Más aún en demarcaciones donde no se trata de una recomendación sanitaria,
sino de una obligación impuesta por el Estado con severas sanciones para quien
sale de casa. En muchas las grandes ciudades, incluso algún costoso
departamento puede resultar pequeño para vivir en confinamiento durante estas
semanas o meses.
Pero luego de esta experiencia vivida en carne propia ¿Qué piensan las
sociedades sobre el confinamiento que imponen las penas de prisión? ¿Seguirá
considerándose a la prisión como varita mágica que resuelve todos los problemas
sociales?
Desafortunadamente pocas son las contemplaciones que se tienen con la
población penitenciaria, debido a que se suele creer que se integra por “los
malos”; en opinión de quienes por supuesto se consideran “los buenos”.
En principio recordemos que en Latinoamérica, el 70% de los presos no están
condenados como culpables, sino en prisión preventiva, de los cuales entre 20 y
25% recuperarán su libertad, por lo que están presos por nada y para nada;
(Zaffaroni, 2011) quedando, pese a ser inocentes, permanentemente
estigmatizados como criminales.
Para solucionar el problema de presos por nada, el sistema cuenta con un
procedimiento legal de extorsión llamado “procedimiento abreviado”, para que el
preso negocie con el fiscal la aceptación de una pena, pues de lo contrario habrá
de enfrentar un juicio oral, donde si no tiene recursos, como la mayoría de los
presos, llevará todas las de perder. Aparte, para que el juicio oral llegue, a veces
debe esperar casi el mismo tiempo de la condena, por lo que conviene aceptar la
culpabilidad en el procedimiento abreviado, aunque sea inocente. Como atina
Zaffaroni “nos proponen cambiar presos sin condena por condenados sin juicio,
para que la subcategoría de presos por nada pase a ser la de condenados por
nada”. Ello representa verdaderos casos de secuestros estatales, que como todo
secuestro victimiza a familias enteras, obligadas a perder su papel como base de
la sociedad; pudiendo ser además penas de muerte aleatorias, pues en
Latinoamérica el riesgo de ser asesinado en prisión aumenta 20 veces más que en
libertad, ya no digamos ahora con los riesgos sanitarios frente a la pandemia, o los
de ser victimizado por cualquier otro delito.
Nos hemos venido preocupando por nuestra salud mental tras el confinamiento, al
no poder salir a convivir con amigos, o visitar el centro comercial. Pero para los
presos, un mensaje de texto, una cerveza, una película, la comida favorita,
abrazar a un ser querido o simplemente tener un espacio de intimidad cuando van
al baño, adquieren relevancia extraordinaria. Hay angustia psicológica por la
familia, a veces temiendo que sean vejados al visitarle y a veces sospechando ser
olvidados o traicionados. El sistema lesionará psicológicamente al preso, anulando
sus posibilidades de reintegración a la sociedad, pero no evitará en absoluto que
reincida en el delito, sino todo lo contrario.
Por supuesto para un secuestrador o un violador, no tenemos más remedio que el
confinamiento: No obstante, esperemos que aquellos legisladores que desde la
comunidad de un escritorio se inventan tipos penales e inútiles penas altísimas,
hagan con este confinamiento un poco de consciencia al respecto.
Facebook y Twitter: @AbrahamCortezB
*Mtro. en Der. Penal y Criminología por la Universidad de Barcelona, y Presidente de la Academia de Ciencias Penales de
UABC, Derecho Tijuana.