Lituania se enfrenta a China: ¿el tamaño importa?
Por Pedro Isern
Lituania es un pequeño país báltico de 2,8 millones de habitantes, que ya se
enfrentó a la Rusia soviética y a la agresiva autocracia de Putin. Ahora ha
decidido enfrentar también a la dictadura china. Esta coyuntura no solo
refleja coraje y convicción. Es un ejemplo contundente para otras
democracias pequeñas y medianas, de ingreso medio y alto, que
argumentan que no es posible —o conveniente— enfrentar a potencias
autoritarias, porque parte de su prosperidad depende del comercio con
éstas.
Los presidentes de las comisiones de asuntos exteriores de los parlamentos
de 11 países europeos y Estados Unidos firmaron una fuerte declaración
conjunta, el viernes 27 de agosto, en la que condenaron los esfuerzos de
China para castigar a Lituania, debido a su acercamiento a Taiwán.
Los legisladores, entre ellos el senador demócrata Bob Menéndez,
rechazaron enérgicamente la presión política y económica de Beijing sobre
Vilnius. En palabras de la misiva, "la interferencia en los asuntos internos
de un Estado de la Unión Europea y la OTAN no es bienvenida ni
apropiada".
La valiente actitud lituana los deja en una posición incómoda. No solo se
enfrenta con China y reconoce a Taiwán (abriendo una oficina comercial),
sino que lo hace situada en la misma frontera con Rusia (en el enclave sur
de Kaliningrado). Es decir, no arguye la inexorable necesidad de la
neutralidad desde una lejana América del Sur, América Central o África
meridional, sino en las narices de la autoritaria Rusia. Además, es miembro
de una Unión Europea que se siente demasiado cómoda con el ejercicio de
equidistancia hacia China, promovido por Berlín.
Entonces, ¿quién defiende la noble idea de la democracia liberal,
amenazada hoy por dictaduras como China y autocracias como Rusia? En
tiempos difíciles, donde distintos desafíos atraviesan a EEUU y a la Unión
Europea, el coraje de la pequeña Lituania ofrece cierto optimismo.
Pero, más aún, representa un fuerte llamado de atención para los
“neutrales”, que repiten (incluso hasta convencerse) que una democracia
pequeña o mediana no debe ni puede enfrentarse a una dictadura grande y
en ascenso. No comprenden que lo que hoy es costoso, mañana será muy
costoso y pasado mañana será muy difícil de modificar.
Lituania y Taiwán nos generan cierto optimismo. No casualmente sus
caminos se han encontrado. Son dos ejemplos extraordinarios que
demuestran que, para defender a la libertad, el tamaño es importante, pero,
en verdad, lo imprescindible son las ideas claras, el coraje y la convicción.
La razón y la pasión frente a la fuerza, la amenaza y la violencia. Es un
acontecimiento formidable.
* Director ejecutivo del Centro para el Estudio de las Sociedades Abiertas
(CESCOS) y miembro del Frente Hemisférico por la Libertad.