Para recordar y repasar la vida de Eligio Valencia Roque, se comparte “Eligio Valencia, un hombre de retos”, entrevista realizada en 2012 por Revista Campestre.

La entrevista fue realizada por Eugenio Carrasco Casillas en mayo de 2012

Para recordar y repasar la vida de Eligio Valencia Roque, se comparte “Eligio Valencia, un hombre de retos”, entrevista realizada en 2012 por Revista Campestre.
Por: EL MEXICANO | 06/19/2023

Tijuana, B.C. - Agradecemos a Eugenio Carrasco Casillas por las facilidades otorgadas en compartir la entrevista realizada en mayo del 2012 de su archivo personal, Eligio Valencia Roque estaba lanzándose al Senado de la República, aquí repasaremos los retos que tuvo que superar hasta que se estableció EL MEXICANO como uno de los diarios más leídos del estado.

En Aranza, Michoacán, en mi pueblo de origen hace mucho frío. Caen unas heladas intensas. En invierno no se ve la tierra porque se cubre de hielo uno mira para el Picacho, para la montaña y todo se ve blanco por la nieve. Pero acá en el pueblo como hace mucha humedad, amanece resbaloso el piso por las heladas. Yo usaba huaraches de llantas de esos de correa. Los pies se me congelaban con un rozón de un dedo con el hielo parecía que me habían dado un balazo.

Eligio Valencia Roque es el que habla, el que recuerda con orgullo las carencias y la pobreza de la niñez y juventud, el hombre que recién llegado a Tijuana durmió entre desperdicios de papel, el que estudió hasta la secundaria, que ha sido diputado local, que ha sido regidor, que está a un paso de ser senador de la República y que es el director general y presidente del Consejo de Administración de Editorial Kino, empresa que edita EL MEXICANO, El diario de mayor circulación en Baja California.

Sin ambages, relajado el candidato del PRI comparte episodios de su vida expone la satisfacción de haber superado muchas crisis y haber ascendido en la escala social, económica y política a niveles insospechados, cuando todavía siendo un jovencito recorría con sus huaraches de caucho de tres puntadas la rancherías de la costa michoacana, acompañado y ayudado a su padre en el arreo de bestias cargadas de vasijas y otras cosas para vender o cambiar, recorrido que hacían hasta Playa Azul y Zihuatanejo del estado de Guerrero.

Es Eligió el que conoció los calcetines y los zapatos hasta cumplir los 12 o 13 años de edad, el linotipista que aprendió de memoria todo un diccionario para no ser humillado en clases por faltas de ortografía y que por terco insistió durante dos semanas hasta ser recibido por una autoridad que le autorizó una beca para estudiar la secundaria.

Recuerda a su padre Cecilio Valencia, arriero al que acompañaba también a las zonas serrana al corte de leña y el que lo mandó a Paracho para aprender a fabricar guitarras.

"Cuando no estaba en la escuela me iba con mi padre y no se me olvida el frío el enorme frío. Nos levantábamos temprano y a veces yo me iba solo a juntar la leña y me la traía terciada al lomo a la casa", comenta en exclusiva para Revista Campestre.

Estudió la primaria en su pueblo natal. Enseñaban hasta cuarto grado, aunque aconsejado por su maestra, y en su calidad de jefe de La escolta del plantel con la bandera nacional en alto se atravesó al paso de un convoy en donde iba el presidente Adolfo Ruiz Cortines y le hizo la solicitud para la construcción de una escuela con aulas y maestros suficientes para los 6 grados, a lo que respondió favorablemente.

Tras graduarse en la primaria, Eligio se preguntó ¿Y ahora qué? Extasiado miraba durante horas la sierra, y conjeturada sobre sus aspiraciones.

"¿Voy a seguir de leñador y arriero como mi papá? No dejaba de pensar ni un momento y así me la pasé semanas meses hasta saber que en Morelia había una secundaria que funcionaba como internado, aunque para entrar había que conseguir una beca que entonces la daban los presidentes municipales. Era un internado militarizado", relata.

Eligio Valencia Roque sabe lo que son los trabajos rudos pues también laboró cargando costales llenos de estiércol para el abono de las tierras. "De por sí -subraya- soy moreno y con este trabajo imagina cómo queda mi piel al final de cada jornada".

Eligio tomó un día una determinación. En cuanto amaneció salió de su casa rumbo a Paracho. Pasan por el pueblo unos camiones de pasajeros, pero como no había dinero para pagar el boleto se fue a pie. Llegó al palacio municipal y solicitó hablar con el alcalde, pero oscureció y nadie lo llamó.

Regresó Aranza temblando de miedo porque sus pasos eran a tientas por la oscuridad de la noche, pero su favor se volvía máximo cuando pasaba por el panteón de Paracho. Sin embargo, No claudicó pues se volvió al día siguiente con la misma rutina sin que lo atendiera el presidente municipal y otro día lo mismo y otro día igual.

"Estuve yendo como diez o doce días y el presidente. Imagínate. Cada vez que pasaba por el cementerio se me enchinaba el cuero porque ya se me hacía que los muertos salían de las tumbas para caminar y resollar junto a mí. Pero ni eso me detuvo, todos los días iba a Paracho y me regresaba desconsolado, pero en cuanto amanecía, me ponía mis huaraches y me iba caminando, decidido a seguir esa rutina hasta que me hiciera caso. Finalmente me recibe el presidente municipal y le pido la beca y me la dio. Fue así como hice mi internado en Morelia y fue así como terminé la secundaria", recuerda Valencia Roque.

El ahora timón del periódico más importante de la entidad, ejerció el oficio del linotipista en diarios de Veracruz y Michoacán, pero la paga no era mucha, "apenas ganaba para los tacos".

Entonces regresó a su pueblo, pero pasaban los días sin nada sobresaliente que hacer. Regresó a Morelia, donde vivió en casa de un amigo, Juan Hernández, que trabajaba en la imprenta, y como no consiguió trabajo decidió viajar a Guadalajara, en donde le hizo la lucha por laborar en varios diarios, pero con resultados infructuosos.

De pronto, Eligio estaba con su maleta -en la que guardaba dos pantalones y dos camisas- en la antigua central camionera de Guadalajara. Estuvo varias horas mirando hacia las ventanillas donde vendían los boletos hasta que se decidió por Tijuana, ciudad en la que estaba por aparecer EL MEXICANO.

Le proporcionaron trabajo, primero cubriendo suplencias y al año le dieron la plaza de base.

"Cuando fui a pedir trabajo de linotipista me acuerdo que estaba haciendo un frío de la chingada y yo traía un suéter todo jodido que me había regalado un tío que había andado de brasero por acá".

Le hicieron una prueba de ortografía la cual pasó con 10, pues en el internado en Morelia había memorizado de la A la Z un diccionario, luego de ser humillado en clase por un maestro que le reprochó su descuido en la materia.

Los primeros días reposaba o dormía entre los desperdicios de papel, cerca de las rotativas. Ahí entre periódicos arrugados y el olor a tinta, repasaba su vida y se acordaba de sus prácticas de atletismo y de su participación en el equipo de básquetbol en el internado.

Ahora, postulado por el PRI, está a un paso de representar a los bajacalifornianos y al pueblo de México en el Senado de la República.

Short Link:


MÁS SOBRE Estatal